El cabo de Estaca de Bares, en A Coruña, constituye el mejor observatorio del
paso otoñal de aves marinas en todo el suroeste de Europa debido a su
estratégica posición geográfica. Por eso aquí se registran las cifras más
elevadas de ese movimiento, así como la máxima diversidad de especies,
incluyendo rarezas localmente “normalizadas” como los petreles del género Pterodroma. Por eso atrae también a
tantos observadores de aves.
El 17 de octubre varios miembros de SEO-Asturias
realizamos la segunda visita que organiza el grupo a este paraje, menos
concurrida que la primera (solo cinco personas, más un invitado de Madrid) y
también con menos éxito, ya que el paso estaba muy flojo y soplaba un
desfavorable viento del Este, que aleja a los migrantes de la costa. La fecha
era algo tardía para las grandes afluencias de negrones, pardelas y charranes,
pero en cambio óptima para los págalos (exceptuado el rabero, que migra
temprano) y buena ya para los movimientos de los álcidos. Sin embargo, en hora
y media abundante no pasó ni un álcido y solo un solitario págalo grande (Catharacta
skua), que se entretuvo acosando a los alcatraces
atlánticos (Morus bassanus) y las
gaviotas patiamarillas (Larus michahellis) que pescaban frente a
la punta del cabo. Los propios alcatraces llevaban un ritmo migratorio muy
pausado, y siempre ejemplares solitarios o pares (la mayoría, adultos). Por lo demás
solo cabe reseñar un grupo de cuatro negrones
comunes (Melanitta nigra);
algunas pardelas: un par de baleares (Puffinus mauretanicus), otro par de pichonetas (Puffinus puffinus)
y una solitaria cenicienta canaria (Calonectris borealis); una gaviota cabecinegra (Larus melanocephalus) y un gavión atlántico (Larus marinus). Dada la situación, abandonamos el observatorio.
Pasamos
entonces a buscar paseriformes en los campos del cabo, en la costa de Vila de
Bares y en la colina de La Garita (los días anteriores habían estado animados
de rarezas: curruca zarcerilla Sylvia curruca,
mosquitero bilistado Phylloscopus
inornatus y escribano lapón Calcarius
lapponicus). Se veían y oían numerosos mosquiteros
comunes (Phylloscopus collybita)
y bisbitas pratenses (Anthus pratensis) recién llegados, así
como, en menor número, petirrojos
europeos (Erithacus rubecula);
también detectamos una curruca rabilarga
(Sylvia undata) y un zorzal alirrojo (Turdus iliacus). Los pinos de Vila do Bares servían de refugio a pardillos comunes (Carduelis cannabina) y verderones
comunes (Chloris chloris), así
como a un mosquitero musical (Phylloscopus trochilus), y en La Garita
levantamos un pito real ibérico (Picus sharpei), un escribano
montesino (Emberiza cia) y un par
de carboneros garrapinos (Periparus ater). Cifras bajas y nada
fuera de lo común.
Así las cosas, decidimos
acercarnos a la ría de Ortigueira a
comer y a ver algunas limícolas. Tras el almuerzo, nos asomamos a los fangales,
con marea favorable (subiendo, pero aún con buenas superficies al descubierto).
Había gran número de zarapitos reales
(Numenius arquata) –censamos 435
desde nuestro punto de observación–, con una quincena de zarapitos trinadores (Numenius
phaeopus) entremezclados, así como un grupo de más de una treintena de ostreros euroasiáticos (Haematopus ostralegus). El resto del
censo de limícolas se repartía entre los archibebes
claro (Tringa nebularia) (41) y común (Tringa totanus) (54), las agujas
colipinta (Limosa lapponica) (7)
y colinegra (Limosa limosa) (2), el chorlito
gris (Pluvialis squatarola) (4),
el correlimos común (Calidris alpina) (10), el correlimos gordo (Calidris canutus) y el andarríos
chico (Actitis hypoleucos) (2).
También había un nutrido grupo de cormoranes
grandes (Phalacrocorax carbo), en
un bancal de arena, dos gaviotas
cabecinegras y otro par de gaviones
atlánticos nadando, varias garzas
reales (Ardea cinerea), tres espátulas comunes (Platalea leucorodia) y, como lo más destacado, dos garcetas grandes (Ardea alba).
Pero, sin duda, la observación
del día fue la de un busardo ratonero
(Buteo buteo) con rasgos propios de
la subespecie esteparia (vulpinus). Dada la complejidad que
entraña diferenciar esta raza fuera de las áreas de cría (Fennoescandia, países
bálticos, este de Polonia y Rusia) y de las zonas de invernada africanas, los
expertos (Dick Forsman) aconsejan no ir más allá de un “posible estepario”. En
todo caso, vamos a aprovechar la cita y las fotografías para comentar los
rasgos que apuntan a esa subespecie. Estructuralmente, es un busardo menor, más
liviano y de alas más estrechas que los de la raza nominal, aunque estas
diferencias son sutiles y poco concluyentes incluso para un observador
habituado a las dos subespecies. Con respecto al plumaje, siguiendo a Forsman
hay varios rasgos típicos del busardo estepario:
-rémiges más blancas en las
partes inferiores, con un barrado más claro, más regular y más fino, que se
extiende a las plumas de la cola
-colores más cálidos en las
partes inferiores, con un barrado más fino y regular en el pecho
-vientre e infracoberteras
caudales pálidos
-tonos rojizos en el cuerpo y en
las infracoberteras alares y caudales
-infracoberteras alares
contrastadas, con las menores más oscuras, las medianas más pálidas (de modo
que dibujan una ancha franja pálida central) y las grandes bien marcadas
Estos caracteres se aprecian en
el ejemplar de la fotografía, que también muestra la cola algo rojiza, con una
banda subterminal oscura; un diseño característico de garganta pálida, pechera
oscura y vientre claro (sin la franja pectoral típica de Buteo buteo buteo), y una estructura compatible con vulpinus, pues era un busardo pequeño y
de vuelo poco pesado.
Busardo ratonero (Buteo buteo) Foto: Luis M. Arce. |
La jornada la cerramos, ya de
regreso a Asturias, en la ría de Foz
(Lugo), donde buscamos sin éxito un grupo de barnaclas carinegras groenlandesas
(Branta bernicla hrota) observado a
principios de mes (dos integrantes de la expedición vieron una barnacla carinegra la tarde anterior
–pernoctaron en Foz–, aunque al estar tumbada fue imposible determinar su
raza). Localizamos un macho de halcón
peregrino (Falco peregrinus)
apostado en una torreta del tendido eléctrico;
cuatro espátulas comunes alimentándose;
una concentración de 40 garcetas comunes
(Egretta garzetta) en un dique,
prestas a desplazarse al dormidero; contados silbones europeos (Mareca
penelope) y ánades rabudos (Anas acuta) entre dos centenares de ánades azulones (Anas platyrhynchos); buenas cifras de archibebe claro (80) y zarapito
real (80); algunos zarapitos
trinadores (6), archibebes oscuros
(Tringa erythropus) (3) y correlimos comunes (3), y, como
colofón, para despedir la jornada con el listón alto, una rareza local (y en el
conjunto de la España atlántica): un archibebe
fino (Tringa stagnatilis).
Foto: Luis M. Arce. |
Crónica de Luis M. Arce.
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